No teníamos pensado ir a pescar, pero un mensaje a las 22 horas del Sábado cambiaría todo el
Domingo..
En pocos minutos Matías, Guille y Yo teníamos todo listo. La mañana se presentaba con buena temperatura y un cielo despejado, pero el viento iba a estar presente ¡Y vaya si lo estuvo!. Castear en estas condiciones requiere de técnica y mucha paciencia. Y la técnica se logra con práctica, pero la paciencia es otra historia.
Es una época difícil para las tornasoles, recién empiezan a desovar y andan en parejas en pleno
cortejo. Se ponen hasta remisas a tomar los engaños. El arroyo estaba cristalino y con una altura normal, gracias a esto es que pudimos pescar a pez visto.
Fue una jornada de muchas capturas de tamaños normal a chicas aunque sabemos que en este
arroyo se esconden sorpresas. Muchas veces hemos visto emerger verdaderos submarinos, tremendos torpedos muy difíciles de capturar. Es un bicho desconfiado, más de una vez siguen la mosca hasta la orilla sin siquiera intentar morderla. Cuando eso sucede hay que olvidarse de poder capturarlas, se dan cuenta del engaño y vuelven a su lugar, hasta las vemos que quedan ancladas en el fondo.
En esta oportunidad tuve la suerte de poder conectar, a pez visto, una de las sorpresas. Caminaba el arroyo pescando en superficie con una Ututu (una “ojota” como le decimos en el grupo) y de pronto veo dos siluetas inconfundibles asoleándose en aguas bajas y sin vegetación. Me quedé quieto a unos 15 m, una distancia corta pero con ráfagas de viento desde mi izquierda que dificultaba el casteo. Tenía que hacer todo bien para no asustarlas y debía ser rápido.
El corazón se acelera, hay que mantener la calma porque es una sola oportunidad. Por un
segundo pensé en cambiar la mosca pero no tenía ese tiempo. Saqué línea, levanté la mosca y
en el segundo cast la dejé volar. La mosca pasó por sobre las sombras que me miraban de
frente. Dos estripeos y en esos eternos segundos la tensión llega a su punto máximo. De
pronto una de ellas se abalanza sobre la mosca, l a línea fluye entre mis dedos y quema hasta
que el freno del reel comienza a hacer su trabajo.
La furiosa tararira busca zafarse del anzuelo, pelea y exige el equipo al máximo. Este es el
momento donde hay que contar con un buen freno, hace la diferencia. Estos animales son implacables
en aguas quietas y limpias. La pelea fue prolongada, idas y vueltas, algunos saltos y corridas frenéticas.
Y así fue, linda lucha hasta poder levantarla y disfrutar la alegría por el momento vivido. Fotos de rigor y devolución, todo el grupo festeja. Cómo dijo mi compañero y amigo Matías “Bochi” Benitez, “vinimos a buscar La Bestia y acá está”. Una captura más que alimenta las ganas de seguir pescando.
Gentileza de Los Tábanos