En la saga de personajes públicos que vienen entrevistando en la Revista AIRE LIBRE en relación a sus pasiones outdoor, en esta oportunidad le tocó al extraordinario tenista Leo Mayer, quien tiene como cable a tierra el deporte del silencio..
Ni bien deja los courts se sube a su lancha y encuentra en el río su descanso, solo o con amigos a su lado. AIRE LIBRE lo invitó a compartir un par de salidas en las que se dio el gusto con dos especies nuevas para su repertorio que ahora se le volvieron pasión.
Correntino de ley, el tenista Leo Mayer lleva con orgullo su sobrenombre de “el Yacaré” como muestra de origen. Rodeado de ríos, en Corrientes capital dio sus primeros pasos con la pesca deportiva, pasión que lo acompaña siempre a todos lados y que funciona como cable a tierra para bajar la tensión de un deporte de alta competencia como el tenis. Así las cosas, cuando no lo vemos en los courts, “el Yaca” aprovecha sus viajes para comprarse cosas de pesca o hacer algún intento en aguas foráneas. Pero siempre pensando en volver a su Corrientes natal y compartir una pesca con su padre y su hermano, o acaso también con su mamá, a quien ya la hizo probar la fuerza de un patí gigante en aguas rioplatenses.
Es que Mayer, ahora radicado en Buenos Aires, tuvo lancha en el Tigre antes que auto para moverse en la ciudad. Así le tira el agua a este pescador apasionado, a quien AIRE LIBRE encontró en un momento justo: sus salidas en el Río de la Plata no habían sido muy felices y lo invitamos a compartir algunas experiencias que lo dejaron muy satisfecho.
En uno de estos viajes, mientras lo llevábamos a pescar bagres de mar a los pozones profundos cercanos a la isla Martín García junto a su inseparable compañero pescador Néstor Girolami, nos contó parte de su historia con este deporte.
- “Siempre pesqué, de chiquito —dice contradiciendo su 1,90 m actual—. Allá en Corrientes una vez se me prendió un dorado de unos 8 ó 9 kilos y no lo pude terminar de sacar porque era muy chiquito. Tuve que pedir ayuda”. Y ahí estaban sus laderos frecuentes, su papá y su hermano, que tienen características distintas de las cuales Leonardo fue abrevando: “Mi viejo es más de carnada y mi hermano más de señuelos. Así que se intercambian cuando vamos a pescar. Y a mí me gustan las dos cosas”.
—¿Cuándo fue que tu carrera empezó a ser algo serio y no un juego?
—A los 15 ó 16 empecé a competir en el exterior en categoría Junior y me dije “Voy a jugar al tenis”. Primero arriesgás un poco, porque no sabés si te va a ir bien. Dejás el colegio y empezás a jugar todo el tiempo. Y
si te va bien empezás a motivarte.
—¿Te costó dejar la pesca a esa edad?
—La pesca la mantuve todo el tiempo porque viví en Corrientes hasta los 20 años y con mi hermano íbamos a pescar siempre. Yo tenía Enero libre porque no había competencia y mi hermano se pedía su licencia e íbamos todos los días a pescar. ¡Todos los días! Allá es mucho más fácil ir a pescar: de mi casa a la guardería son 10 minutos y de ahí a un buen pesquero son sólo otros 10. Ahora vivo en Buenos Aires, desde los 21, pero me voy a Corrientes cada vez que puedo. Y lo primero que hice al estar en Buenos Aires fue comprarme una lancha, como para salir a pescar acá desde el Tigre.
—Hay facilidad para acceder a la pesca y a la náutica en tu caso.
—Siempre tuvimos lanchas, pero no muy grandes. Igual, en Corrientes, con una lancha chica alcanza. Mi hermano Alejandro es mucho más grande y él ya tenía lancha cuando yo era chico.
—¿Pescaste en otro país en tus viajes por competencia?
—En Miami, cuando juego torneos, voy a la costa y hago un poquito de pesca. No llevo equipos, porque son incómodos, no tengo lugar para llevar una caña. Ahora compré una telescópica con muchos tramitos para que me acompañe en los viajes. En un torneo en Cincinnati hay un lago muy grosso donde todo el mundo va a pescar, y alquilé una lancha y saqué un montón de bagres.
—¿Tuviste la oportunidad de pescar en el mar?
—Acá hice intentos pero no saqué nada. En una entrega de premios Olimpia de Plata al deporte Leonardo se acercó a saludar a Néstor Girolami, quien había obtenido su primer torneo de Súper TC 2000. En seguida sintonizaron la misma onda y descubrieron que ambos compartían la pasión por la pesca. Desde entonces salen juntos cada vez que pueden y los tiempos les coinciden.
—Girolami nos contaba que la pesca le venía bien para bajar la adrenalina de un deporte con tanto estrés como el automovilismo. En tu caso, ¿cómo funciona la pesca?
—Como te decía, acá lo principal que quise comprar antes que un auto es una lancha. En el deporte que hago se pasa mucho tiempo con mucha adrenalina y en las giras hay entrenamientos muy intensos. Para mí un domingo es un día tan normal como un miércoles, porque yo entreno siempre igual. Así que llego acá muy cansado y lo primero que hago al volver es cortar con todo y venirme al río. Me alejo de todo, ni me conecto con el tenis, no miro partidos. Voy a pescar, despejo la cabeza. Así, cuando me toca volver a jugar, sí tengo muchas ganas de hacerlo.
—Es un desenchufe total…
—Sí, sí; evito ver partidos, me alejo, no me informo, salgo a pescar y me relajo. Vengo al río. Antes me iba a los campings de Zárate, me iba de noche solo. También alquilé cabañas en el Delta. Conozco bastante al río. Les digo a mis amigos: “Mañana me voy a pescar; si te querés venir a pescar, bien, sino voy solo”. Para mí es increíble venir al río, a mí no me gusta la prensa, no voy a los programas, y cuando se termina mi gira trato de esconderme, de no aparecer en ningún lado. Me voy al río y alquilo una casa en el Delta; eso me aleja mucho de la vida del tenis. Me gusta irme al río con mi perro, que es alguien más de la familia.
—¿Te informás a través de medios de pesca?
—Sí, veo mucho. Acá en Buenos Aires se me complica, porque no conozco y entonces leo mucho. Yo te seguía a vos hace mucho viendo el pique en Diario Popular. Cuando me invitaron para esta nota de AIRE LIBRE con vos, dije “Sí, ese es un genio, vamos a pescar”. También compro Weekend. Cuando voy afuera miro los equipos que hay y me compro cosas que son útiles. Los programas de televisión no sé cuándo están, pero si los agarro haciendo zapping los miro. Y también miro mucho de pesca por internet.
—¿En el tenis tenés compañeros que gusten de la pesca?
—¡No le gusta a nadie! Son impacientes, llegan y quieren sacar enseguida. En Miami llevé a varios argentinos a pescar, pero no se prendieron. Fui con Delbonis y fue difícil… no se bancan que no pique rápido.
—Así que tuviste que buscar amigos deportistas y pescadores fuera del tenis. Con Néstor Girolami ya armaron
un equipo a través de la pesca.
—Sí, nos vimos en los Olimpia, porque yo soy enfermo de los autos y a él le gusta mi deporte, así que nos conocimos y descubrimos que a los dos nos gustaba la pesca. Enseguida empezamos a salir.
—¿Tu novia te acompaña a tus salidas de pesca?
—Hace cuatro años que estoy de novio con Milagros, que me acompaña mucho. Pero cuando voy con ella a pescar hago una pesca más tranquila; yo pesco y ella toma sol, o nos tiramos un rato al agua. Cuando voy con pescadores amigos, tratamos de sacar pescado.
—¿Tenés alguna especie favorita que te guste pescar?
—El dorado me encanta; y con carnada, más. Me gusta cómo lleva línea cuando pica. En Corrientes los pescamos con nailon fino, de no más de 0,40, que le da chances al pescado. Hay que aprender a lucharlo antes
de que se meta en las piedras. Lo pescamos encarnando una boga como carnada, colgadade dos anzuelos.
—¿Tuviste oportunidad de pescar pejerreyes?
—Me compré un equipito el año pasado, pero no pude pescar mucho. En invierno es la época que más viajo porque es verano en Europa y están los torneos. Pero este año vino mi viejo, quería ir a pescar, compre algunas
líneas, vi videos en internet para ver cómo se pescaban y lo saqué a papá a pescar pejerrey. Sacamos algunos y los comimos, porque yo no había comido nunca y quería probarlos. Me encantó lo ricos que son. Mi papá ya los había comido en Córdoba. Ahora, la pesca del pejerrey es bastante difícil. Quiero volver con alguien que sepa y
me explique mejor.
—Te invitamos, entonces…
—Hecho.
Nuestro guía en la salida al bagre de mar, Hernán Hiralde, dice que llegamos a nuestro destino. La charla se suspende mientras armamos equipos para bagres de mar. Mientras encarnamos calamares, Leo se sorprende de que estas especies marinas ingresen al estuario rioplatense. “Este Río de la Plata parece que no pero tiene de todo”. Cierto.
Tanto Mayer como Girolami se dan el gusto en grande aprovechando una excelente despedida del bagre de mar de fines de año y disfrutan en grande de los cabeceos de los “mimosos”. Luego, pasado el mediodía, lo invitamos a probar suerte con otra especie en un ámbito cercano al que estábamos: las islas Oyarbide.
—¿Tarariras pescaste alguna vez, Leo?
—No, sólo una en Corrientes, pero por error, buscando otra especie, pero me encantaría aprender a pescar. Porque veo cómo atacan y debe ser muy lindo pescarlas. Quiero conocer más el Delta, saber si se pescan en bajante o creciente. Allá en Corrientes no hay bajante ni creciente, el río se mantiene; pero venís acá y tenés que aprender cómo se comporta el río, es otro deporte. Toda la pesca es diferente, aunque sean las mismas especies. La boga también se pesca diferente. Acá el piso es barroso y allá el piso es de arena y el agua es clara. Acá todo es distinto. Pero volviendo a tu pregunta. Me gustaría pescar tarariras con señuelos.
AIRE LIBRE invitó a Mayer a otra salida de pesca: fuimos por grandes tarariras a Villa Paranacito, donde abundan riachos cercanos ideales para practicar ésta actividad. Como siempre, Girolami fue de la partida.
El objetivo era que ambos se dieran el gusto con las “tarus”, pescadas del modo más deportivo: con artificiales. El guía Claudio Lesik nos habilitó el ingreso a un campo privado donde la tarea se hizo fácil. Mayer quedó maravillado con el sorpresivo ataque de este pez que caza mimetizado y esperando la oportunidad adecuada para soltar la dentellada. Logró ejemplares de hasta 2,5 kilos, más alguna sorpresa en forma de bagre sapo atacando sus señuelos.
– “Estoy sorprendido con este pescado. La tararira me encantó. Es muy sorpresiva, sale de abajo de las plantas acuáticas y aun cuando estás por sacar el señuelo del agua te ataca. Y después pelea bastante. Fue muy divertido pescarlas y ahora que vi qué es lo que usan me voy a poner en campaña para armarme un equipito y tenerlo siempre en las salidas. Allá en Corrientes no les dan bolilla, siempre pescan bogas, dorados y surubíes, pero es muy divertida la tararira y yo me voy a dedicar a pescarlas”, promete Leo.
Y cumple, al punto en que al otro día nos llamó desde una casa de pesca donde compró una caña y antes del cierre de esta edición nos mandó fotos por WhatsApp mostrándonos los señuelos que se había ido comprando en sus distintos viajes. “Ya tengo equipo. Cuando arranque la temporada me avisan y ¡vamos por tarariras!”, dice.
Y ahora somos nosotros los que le contestamos: “¡Hecho!”
—¿Te preocupa la disminución de los recursos naturales, en este caso las especies que
buscamos en la pesca deportiva?
– La mayoría de las veces que saco pescado lo tiro al agua; la única vez que llevé algo fue
pejerrey, porque no había comido nunca. Eran bastante grandes y me llevé cuatro para probarlos. Pero
siempre pienso que al pescarlas las especies no tengan huevo y esas cosas, que no estén en veda.Quiero seguir pescando en 20 años con mis hijos, por eso pesco y devuelvo”. Creo que debemos devolver los peces porque de acá a 20 años quiero venir con mis hijos y que haya
pescado. Mucha gente los saca, les da un golpe y después los tira al cuete. Pero eso no está bueno.—¿Cuándo seas padre le vas a inculcar este amor por el río a tus hijos?
—Sí, desde el primer día, como lo hicieron mi hermano y mi viejo conmigo: esto es más sano que
cualquier otra cosa. Te tranquiliza, te hace bien, te conecta con la naturaleza.
Gentileza de Revista Aire Libre
Entrevista por Wilmar Merino | Edición N°22