Augusto Verdina es un joven, podría ser mi hijo, por el que siento un gran aprecio. Con quien es un placer pescar y salvajear. Lo veo a él, y veo mucho de lo que Yo tenía a su edad…
Sentimos el agua y los peces muy parecido. El año pasado coincidimos en Esquina, y un día muy solitari, salimos a pescar con la Julieta. Por las nuestras, a suerte e instinto. Y como lo improvisado sale mejor… redondeamos una pesca inolvidable de la galera. De las más lindas del año pasado. Un 80% de vadeo, caminando por arenales caribeños.
Sobre el enorme remanso de una gran boca en el Paraná, donde se había instalado un cardumen de dorados, cazando a trote y moche, sábalos tamaño plato. Si no los molestábamos demasiado, si no los “arrebatábamos” los tendríamos allí por horas. Correrlos como desesperados a motor, sería el peor error.
El modus operandi se mantuvo calcado toda la tarde. La vuelta completa, el rondín de 500 m por el remanso tardaba unos 15 minutos. Mientras con el fueguito prendido y las cañas apoyadas, nos tomábamos unos amargos disfrutando del espectáculo de verlos cazar. Cuando nos pasaban cerca le metíamos tiro… Doblete o triplete, hasta que se disgregaban y de vuelta a esperar y observar. Como en el jazz del bueno, “tensión y relajación“.
Dorados de 1,5 a 4 kg, con caña 6, shooting con nylon 0,50 para cubrir agua fácil, y streamers livianos de pluma. Que a pata seca, y cuando cortaban para el río macho, nos pegaban flor de pateaduras. En un momento ya no tuvo más sentido molestar peces y nos sentamos al fuego, simplemente para disfrutar del atardecer, y los sonidos de la selva. Calmos, introspectivos, en silencio, pero tremendamente vivos.
Por más pescas como estas petiso, por más de historias bellas a orillas del Paraná!!!
Gentileza de Diego Gustavo Flores
Gentileza de Diego Gustavo Flores