En Argentina hay más de 100 especies de peces cartilaginosos, es decir tiburones, rayas y quimeras. Al menos unas 55 de éstas son tiburones, aunque sólo un puñado es de interés para ustedes los pescadores deportivos, y de esas queremos hablarles en esta nota…
La Provincia de Buenos Aires es por el momento la única donde está regulada la pesca deportiva a través de la Disposición 217/07 de la Dirección de Desarrollo Pesquero. Gracias a esta norma, está prohibido el sacrificio de los grandes tiburones costeros, es decir el escalandrún, el bacota, el gatopardo, el cazón, y el martillo, que deben ser devueltos con vida al mar. Y esto tiene su razón de ser, ya que muchas de las especies presentes en el Mar Argentino no sólo están en peligro de extinción, sino que además son exclusivas de esta parte del planeta. Por eso ustedes tienen un rol fundamental en la conservación de estas especies.
En el Atlántico sudoccidental, el escalandrún y el cazón se encuentran en la categoría “en peligro crítico” según la Lista Roja de Especies Amenazadas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, lo que significa que estas especies enfrentan un riesgo de extinción extremadamente alto. El escalandrún es una de las especies con más baja tasa reproductiva, ya que tiene una o dos crías cada dos años. Por su parte, las hembras de cazón solo alcanzan la madurez entre los 10 y los 15 años, y en este parte del planeta se reproducen solo cada 3 años.
Los tiburones martillo están en la categoría “Vulnerable” lo que significa que enfrentan un riesgo de extinción alto.
El bacota por su parte se encuentra en la categoría “casi amenazado”, lo que significa que su situación aún no es crítica pero podría empeorar si no se toman medidas, y el gatopardo no recibió aún ninguna categoría por no haber datos suficientes para evaluarlo.
El que algunas especies no hayan sido evaluadas, o no se tengan datos suficientes para evaluarlas, no implica que estén fuera de peligro y se puedan sacrificar, sino que a la hora de pescar, conviene aplicar el principio precautorio, que establece que si hay sospecha de daños, acompañada de incertidumbre científica, se deben tomar medidas para prevenir ese daño. En este caso, equivale a devolver todos los ejemplares con vida al mar. No porque una normativa lo obligue, sino porque podrían estar extinguiéndose y cuando finalmente se evalúen sus poblaciones, podría ya ser demasiado tarde.
Un párrafo aparte merecen el gatuzo y el pez ángel, que a pesar de ser tiburones y estar en grave peligro de extinción, la normativa de la provincia de Buenos Aires parece haberlos relegado a ser “tiburones de segunda” dentro de la pesca variada, y aunque con restricciones, su sacrificio está permitido. Estos tiburones también deberían ser devueltos vivos al mar, ya que ambos son exclusivos del Atlántico sudoccidental y están en peligro de extinción.
Tampoco conviene capturar estos tiburones para su consumo, ya que es sabido que estas especies acumulan metales pesados en sus tejidos, por lo que consumirlos es peligroso para la salud humana. Recuerden, incluso en Semana Santa, ¡mejor comer un buen plato de pasta!
¿Entonces, qué pueden hacer los pescadores deportivos por los tiburones? Tomen nota de estos cuatro puntos.
- Primero, devolver los tiburones y rayas vivos al mar, siempre, y en todos lados. Más allá de que haya o no normas que regulen la pesca, su misma pasión debería impulsarlos a este compromiso, ya que por un lado, los tiburones están en peligro de extinción por primera vez en 450 millones de años por culpa del abuso que nuestra especie hace del océano, y por otro lado, el océano no conoce de barreras geográficas artificiales, por lo que los tiburones no saben si están en Buenos Aires, Río Negro o Santa Cruz, pero la amenaza que sufren es la misma.
- Segundo, pescar sólo fuera de las áreas marinas protegidas. Si bien los planes de manejo contemplan la pesca con devolución en estas áreas, dado el estrés que la captura les produce a estos animales creemos conveniente darles un respiro en estas reservas marinas como Bahía San Blas, Bahía Blanca, o Puerto Deseado, tan importantes para su ciclo reproductivo. Lo dice el mismo término. Es un área “protegida”, por lo que su fauna no debería ser perturbada dentro de los límites de estas áreas.
- Tercero, contribuir a disminuir la explotación comercial de estas especies. ¿Cómo? No consumiendo carne de tiburón ni productos derivados de ellos, tales como dientes en artesanías, o pastillas de cartílago de dudosos resultados. Eviten consumir filet de gatuzo, lomito de atún, y pollo de mar, que son tiburones. Muchos pescadores deportivos acusan a la pesca comercial de diezmar los océanos. Esta es su oportunidad de hacer algo al respecto. La pesca comercial solo satisface una demanda. Si no hay demanda, no hay pesca.
- Y cuarto, ya que todo en la naturaleza está conectado, recuerden llevarse los residuos de la playa. Bolsas de plástico, botellas, colillas de cigarrillo, latas de bebidas, contaminan y tardan años en degradarse, y pueden terminar en el estómago de tortugas marinas, aves, y otros animales causando su muerte. Las boyas de pesca tardan 50 años en degradarse. Las tanzas tardan 600 años en degradarse y forman letales galletas que llegan a causar lesiones y hasta amputación en aves costeras.
Más de 10.000 tiburones mueren por hora en todo el mundo a causa del hombre. Es decir, entre 70 y 100 millones de tiburones por año. Los tiburones han dado forma a la vida en los océanos durante más de 450 millones de años y son esenciales para la salud de los mares, y en última instancia, para la supervivencia de la especie humana. Y si todavía tienen dudas sobre por qué vale la pena conservar a los tiburones, recuerden esta frase de Ambrose Bierce:
“Planeta Tierra: un cuerpo de agua que ocupa dos tercios de un mundo hecho para el hombre – que no tiene branquias”.
MSc. Roxana García Liotta
Coordinadora regional Mar del Plata – Miramar
Sea Shepherd Global
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