Esta temporada que pasó, nos dedicamos casi exclusivamente a las lagunas bonaerenses (salvo una salida que hicimos a San Pedro) y nos habíamos quedado con las ganas de volver a visitar los canales y arroyos de Entre Ríos. Por suerte, el frío que tarda en llegar nos dio la posibilidad de ir a pinchar algunos mostros a los pagos litoraleños, y el 24 de mayo nos fuimos a festejar la revolución a Ceibas.
Volviendo a las raíces
Ir a Ceibas es como volver a casa, porque ahí fue donde hicimos nuestros primeros duelos con las dientonas. Además, es una zona que nos encanta, está llena de caminos de tierra (huellas) que las agarrás y no sabes ni a donde van, pero siempre terminan en un charco de agua.Con el tiempo, a fuerza de quemar nafta y patear campos, ya tenemos varias “cuevas” marcadas, y la idea era visitarlas en plan de “salida relámpago”.Arrancamos desde Lomas del Mirador temprano, a las 6 ya estábamos en la ruta, un poco preocupados porque el día pintaba frío. Por las condiciones cambiantes de esta época de transición, habíamos llevado, además de los equipos para tarus, equipos para peje, porque la idea era que si las dientonas no aparecían, terminemos el día probando con esta especie en algún pesquero sobre el río paranacito, pero la verdad no teníamos muchas ganas de usarlos.
Tapados por la ensalada
Cuando llegamos al primer punto que queríamos probar (un canal artificial) nos encontramos con que estaba tapizado de camalotes y repollitos, no había forma de tirar nada ahí. Nos pusimos a patear bastante costeando el canal para ver si limpiaba, pero nada, ni un centímetro libre. Esto es algo relativamente normal en la zona, un día en un lugar haces una pesca de la hostia, y al siguiente se te llenó de camalotes, pero no dejaba de ser una desilusión arrancar así. De todas maneras, no hay ser en este mundo más optimista (por no decir cabezón) que un pescador, sobre todo de uno “muñequero”, asique volvimos al auto y nos mandamos a recorrer lugares que en otros momentos nos supieron dar satisfacciones.
Quemando Nafta
Cada vez con menos expectativas, fuimos haciendo kilómetros y kilómetros de tierra, pero nada, las tarus brillaban por su ausencia. Probamos en cuanto canal, arroyo o charco cruzamos, pero parecía no ser el día, asique promediando la jornada, decidimos ir a un pesquero que esta tierra adentro, sobre el arroyo perico, a almorzar, y probar un poco a flote y a fondo.Después de unas horas y un par de dientudos, nos dimos por vencidos, desarmamos todos los pertrechos y arrancamos la vuelta.
Golazo de último minuto
Como la ruta 12 no tiene “demasiados retomes que digamos” tuvimos que irnos hasta el empalme con la 14 para retomar para buenos aires. Fue una pegada: mientras ya estábamos volviendo, vimos un canalcito pegado a la ruta, y nos dijimos “ya fue, probemos acá”. Dejamos el auto en la banquina, nos metimos en el pastizal, y ¡Muñecos al agua! Yo estaba al tirando con un spinner bait y mi hermano Juan con una rana con antienganche, y en mi segundo tiro, veo casi en la orilla, una taru que ataca mi spinner pero falla, lo que la verdad no me importó mucho: ¡Las habíamos encontrado! Al ver que atacaban el spinner y nada que fuera a flote, Juan cambió su rana por un “spin fish”, tiró y clavó la primera, una hermosa bicha, cerca de los 2 kilos, que dio la pelea a la que las tarus nos tienen acostumbrados. Ahí nomás, yo clave una chicuela con mi spinner, por lo que cambié a una cuchara giratoria Blue Fox con pescadito de plomo que no me falla nunca y volví a intentar.El cambio dio resultado, al toque pinche una hermosa taru, de las grandes. Mientras le estaba sacando el señuelo para devolverla, casi sin solución de continuidad, veo que Juan clava otra ¡No lo podíamos creer! En un día que ya parecía perdido, clavamos aproximadamente 7 tarus en un lapso de una hora, y tuvimos un montón de ataques fallidos ¡Un espectáculo! Los piques se daban uno atrás de otro, era, posta, una fiesta.Pero todo lo bueno se acaba en algún momento, y se nos vino la noche, por lo que levantamos los pertrechos y, ahora sí, arrancamos la vuelta, con el corazón contento, y una nueva historia bajo el brazo.
Conclusiones
Ceibas es así, y por eso nos encanta. No te regala nada, pero si uno busca, camina, se moja, gasta nafta, e intenta hasta en el charco más ridículo, tarde o temprano te premia con estas cosas impagables. Realmente vale la pena salir a recorrer su huellas y visitar sus arroyos y canales escondidos, lejos de los pesqueros tradicionales donde hay demasiada gente, y se pierde un poco el lado “aventurero” de la cosa. Si son muñequeros no lo duden: Dense unas vueltas por ceibas, vale la pena.
Texto y fotos: Fernando Otero – Juan Manuel Otero / ”Pinchando Mostros”






2 Comments
Esas viviendas que se ven, eso es propiedad privada o estan abandonadas? Todos esos caminos por los que estuvieron son publicos? Muy buena la nota trataremos de ir a explorar esos lugares. Saludos!!
Las viviendas están abandonadas, es un pesquero al que se accede pagando una entrada. El resto de los caminos son de acceso publico, o charcos al costado de la ruta. Para entrar a los campos, tenés que estar atento a que pase algún baqueano de los que cuidan y pedirle permiso. En general son buena onda y te dejan pasar, sólo te piden que no dejes basura, no cortes los alambrados, y no le jodas a los animales. Abrazo y buena pesca!