Hace dos semanas había compartido un relevamiento de una cueva situada en el sur de Entre Ríos, partido de Ibicuy, donde habíamos tenido una excelente jornada logrando alzar excelentes capturas..
El día 21 de Enero, habiendo transcurrido dos semanas de la pesca antes mencionada, decidimos hacer una nueva excursión al lugar, esta vez con nuestro grupo habitual formado por Christian, Nicolás, Gabriel, quien les escribe, y un grupo de invitados amigos de uno de los chicos. Si bien somos reacios a compartir lugares lo hicimos porque anteriormente habíamos recibido datos de los muchachos, son de confianza (sabemos que teniendo conocimiento de la ubicación del lugar lo van a cuidar, tienen claro el sentido la preservación tanto del lugar como de nuestras amadas tarariras).
Fue así que siendo las 4 de la mañana Gabriel pasó a buscarme por casa y nos encontramos con los chicos en cercanías de nuestro pesquero. Aproximadamente a las 7:30 de la mañana, habiendo hecho los preparativos previos, charla de por medio e iniciamos nuestra esperada jornada de pesca.
Hubo algo que personalmente me desalentó un poco, por la escasez de lluvías en Entre Ríos la laguna había bajado su nivel en por lo menos 30 cm, estando cubierta su superficie en gran parte por plantas acuáticas, lo que redujo en forma considerable el caudal y la amplitud del espejo de agua, por lo que si las precipitaciones no tienen lugar en las próximas semanas corre peligro este gran pesquero. Esperemos que esto no suceda.
Ni bien iniciamos la jornada comenzamos todos a tirar con señuelos de superficie, puesto que les había comentado que en mi última salida habían rendido perfectamente tanto poppers, como paseantes. Por la profundidad de la laguna resultaba imposible utilizar señuelos que bajaran más de 20 cm de la superficie. Los piques no se hicieron esperar, en los primeros tiros tuvimos violentos ataques sobre los señuelos logrando levantar las primeras tarariras que sirvieron para calmar la ansiedad que traíamos tras una frustrada salida anterior por las inclemencias del tiempo.
Tuve la suerte de que la primer tarucha tenga un excelente tamaño, si bien no fue pesada calculamos a simple vista un poco más de 2,5kg, por lo cual ya me sentía en cierta forma satisfecho, porque sabía que eso era solo el comienzo. La jornada continuó de forma excelente durante las primeras dos horas, calculamos entre todas las cañas más de 50 capturas, la mayoría logradas en el centro del charco donde la profundidad no superaba los 30 cm, se lucía el pique en su máximo esplendor. Cada ataque significaba una explosión sobre la superficie elevando la adrenalina que todo pescador busca.
Luego de haber “bombardeado” la superficie estas dos horas, el pique se calmó. Ya eran en vano los intentos, puesto que no pudimos lograr más capturas. No podíamos quejarnos, fue una salida divertida, todos y cada uno de los muchachos lograron satisfacer su deseo de pescar. Logramos capturas de todos los tamaños, desde muy chicas hasta grandes, pero todas y cada una de ellas lograron nuestros objetivos: pasar un buen momento, hacer lo que más nos gusta, olvidarnos de todos nuestros problemas y por sobre todas las cosas: SER FELICES.
Creo que no está de más mencionar nuevamente que todas las tarariras fueron devueltas a su hábitat, asegurándonos la pesca en futuras salidas. Sabemos que este charco lo conocen y lo conocerán solo ocho personas. Quizá algunos lo entenderán como un acto de egoísmo, otros entenderán la necesidad de CUIDAR LA PESCA, y es la única forma de hacerlo. Aquellos que consideren que se trate de egoísmo, los invito a plantearse una respuesta a la siguiente consigna:
¿Qué río, arroyo, laguna de fácil acceso está bien poblado de peces?. La única respuesta es: NINGUNO. El día que el ser humano comprenda la necesidad de practicar la pesca con devolución vamos a lograr recuperar la pesca en todos los espacios, porque por el momento estamos muy lejos de lograrlo (lamentablemente). Esperemos que ese momento algún día llegue.
Un fuerte abrazo!
Gentileza de Nahuel Videla





