20 de Julio: Día del amigo conmemorando la llegada del hombre a la Luna vs. 3 de Agosto: Día del pescador deportivo…¡Qué mejor que asociar el día del amigo al del pescador deportivo! ¿Acaso no somos fuente de inspiración para las sinfonías a la amistad?
El estereotipo del pescador deportivo está asociado a la soledad; lo introspectivo y costumbres ermitañas… ¿Es esto verdad? Claramente ¡No! Basta con revisar nuestros teléfonos para encontrar la pregunta de rigor: ¿vamos a pescar? O aquel llamado que hicimos: “Ya acordé con el pesquero; yo pongo el auto; vos el motor y fulano la carne”… “Dale, vamos, repartimos los gastos… así todo es más económico…”
No falta, en el lugar de pesca quien te diga: “No uses esa línea, tomá una de las mías con estas boyas…” Encima, al devolverla te dice “quedátela, así podés copiarla para la próxima”. Para quienes tienen un grado más de amistad hasta regalan unas de sus cañas al compañero. ¿Acto mayor de amistad? Ahí va parte de la historia del pescador… la extensión del propio brazo… algo de la historia de pesca que ya no le pertenecerá y perdurará en manos de su amigo disfrutando de la pesca. ¿Introspectivo? ¿Alienado por los propios pensamientos en soledad? Solo a veces y por un momento…
Alcanza con verlos en alguna costanera violetas de frío con las manos en los bolsillos relojeando al pescador que recién llega. Un movimiento de cabeza marca el saludo ya que las manos están ocupadas de cañas y bolsos. Armar; un primer tiro… y te acercas despacito con la pregunta de rigor ¿Sacaste algo? Como a las diez y con los ojos llorosos de haber pescado todo a la noche aprontás los mates e invitás al desconocido quien se arrima con una bolsita que ni él sabe qué le preparó su mujer. Puede ir de torta de naranja hasta sándwiches de mortadela. Todo sirve para comenzar las historias de pesca…
Esto puedo contarlo porque lo vivo junto a mis amigos fortuitos de la pesca con la satisfacción de, porque me gusta, descuidar mi equipo de pesca por echar mano rápidamente a la cámara de foto al primer indicio de pique del compañero pescador al grito de ¡Foto, foto!. Así se dio la pesca con Nicolás Dialina, guía y amigo de la zona Berisso; invitado por mi amigo Diego Mattia y cerrando el trío con Horacio Suppa. No hacen falta grandes discursos, solo dos o tres conceptos para tener toda la logística pronta para pasar la jornada de pesca.
Navegar bien temprano, aún con la niebla como ganándole tiempo al tiempo. El narrador no puede contar mucho de la navegación ya que antes de llegar a los malecones pasando más allá de las radas, la cómoda navegación lo llevó a dormirse una primera siesta. El garete lo comenzamos con proa a la grúa y arrastrados por el viento hacia Colonia. Boyas rojas; naranja y amarillas al agua con brazoladas cortas, no más allá de quince centímetros rematadas con mojarras grandes o al menos dos medianas.
Durante la deriva se daban con las capturas espaciadas pero lo bueno fué que los portes de pejes hacían explotar el agua al cañazo. Se podían ver los cabezazos de los bocones pejerreyes diciendo ¡No! ¡No!… Copo y arriba del trucker. Reconozco estar sorprendido por los portes que superaban fácilmente el kilo. Entreverados los portes más chicos hacían del entretenimiento mientras seguíamos esperando los gran Berisso, que cada tanto y a punta de la caña doblada nos hacía emocionar.
En un parate con algo de hambre y un cielo despejado, hicimos un descanso para comer. Ya había pasado mucho tiempo de los mates que calentaron las tripas. Con cambios de líneas seguíamos atentos a la buena pesca cuando esta mermaba. Así pasamos hasta la tarde, momento de dar por finalizada la pesca; desarmar los equipos y emprender el retorno esquivando los grandes barcos que amurallan el ingreso a puerto. En aguas tranquilas nos distraíamos con la vida costera observando aves, toda salida de pesca es una sinfonía a la amistad…
Gentileza de Eduardo Piccone





